BIENESTAR EN LA ESCUELA


Bienestar en la Escuela

Entrevista al psiquiatra infantil Marcel Rufo.




Bienestar en la escuela: una cuestión de clima Marcel Rufo aboga por la empatía


Traducción realizada por Internenes.com
Entrevista con Marcel Rufo, psiquiatra infantil en el servicio de pediatría infantil - juvenil en el hospital Sainte - Marguerite de Marsella.
¿Qué es lo que motiva a un niño a ir a la escuela o al contrario provoca su rechazo?
Lo que motiva a un niño descansa sobre lo que sus padres piensan y conocen de la escuela y sobre todo descansa sobre el modo de acogimiento que recibe. Nos hemos dado cuenta que entrar en colectividad muy pronto desarrolla enormemente a los niños en los planos del lenguaje, de lo psicomotor y de lo social, mucho más que si se queda en el entorno familiar, como antes ocurría. Esta revolución desde hace unos treinta años hace que todo un desarrollo se ha llevado a cabo con los niños de 3 años, a veces con grandes dificultades si se tiene en cuenta que los jóvenes – niños han sido confrontados o no a ello. Por todo esto, la escuela infantil está en peligro de contaminación desde la primera etapa, debido a preocupaciones pedagógicas ligadas a un nivel de desarrollo del niño. El niño recibe la escuela como un latigazo porque se da cuenta enseguida que la persona que le enseña lo valora dependiendo de sus buenas competencias, o de sus competencias medias o limitadas.
Tenemos que hacer por tanto un trabajo muy particular en la escuela infantil, alejado de cualquier estructura pedagógica pero también alejado de una actitud de “neutralidad pedagógica” teniendo en cuenta que la afectividad es esencial en la relación profesor-alumno. Una empatía pedagógica, con condiciones estructurales adecuadas, ayudaría a los niños tímidos o con retraso, sobre todo en la primera y en la segunda etapa. Pero sin ninguna añadidura de emoción si se tiene en cuenta que algunos niños hacen “desfallecer” al enseñante en su misión. Habría sobre todo que recurrir, en el seno del grupo pedagógico, a “moderadores” y además enseñar psicología y desarrollo del niño a los futuros maestros.
Se habla mucho de bienestar en la escuela…
Se trata de un fenómeno sociológico: nuestros niños deben ser felices, no deben de enfrentarse a pruebas, ir al mejor colegio… ¡Es utópico! El malestar forma parte del bienestar. Freud explicaba que las fobias y los miedos son las enfermedades fisiológicas de la infancia. Un niño para desarrollarse debe tener miedos, para vencerlos y anularlos. Una verdadera felicidad, es “llego aunque sea difícil”. Y debemos poder decir que existen dificultades y afrontarlas. La ética de la felicidad, la autoestima, la confianza en uno mismo me irrita porque es culpabilizadora: ¿Qué ocurre cuando se está mal?
¿Cómo debe situarse el enseñante?
Contrariamente a la “perfección” proclamado por el húsar negro de la República, hace falta que el niño extraiga en la persona del enseñante sus cualidades, pero también sus eventuales defectos con los que poder identificarse. Los enseñantes están también en una situación un poco teatral de representación, de control, de autoridad. Quizás debieran presentarse, decir: ¿De dónde vienen? ¿Qué niños y que alumnos fueron? ¿Por qué se han convertido en enseñantes? … En la relación con un grupo, se va de lo colectivo a lo íntimo. En este sentido, me parece necesario una formación sistemática de los enseñantes en la dinámica de grupo en sus dimensiones psicológicas, para la animación y para el funcionamiento del grupo, sobre todos a través del sesgo de los juegos de rol, para que no tengan miedo de jugarlo en escena de verdad.
¿Cuál sería la posición del colegio con respecto al desarrollo del niño y a sus padres?
Habría que buscar los medios para permitirles a los niños avanzar a su ritmo, rápido o lento. Lo que cuenta en la enseñanza es, poder modificar las capacidades iniciales para mejorarlas, sobre todo en un terreno frágil. Pero queda solventar que entren todos los padres en la escuela para que se conviertan en colaboradores más que en supervisores o “sospechosos” de la escuela. Las relaciones entre “desarrollo cognitivo, desarrollo de desarreglos eventuales y presencia de padres en la escuela” merecerían la pena ser estudiados, teniendo en cuenta que la crisis y el desarrollo económico incierto han hecho de la escuela la única reserva de esperanza para el acontecer de sus hijos. Al igual que los médicos lo han hecho, incluso con las peores de las enfermedades, los enseñantes deben aprender a hacer alianza. Es mejor y más democrático.

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